domingo, 13 de abril de 2008

Una lectura de "Teseo en el mar hacia Cartagena", de Marcelo Guajardo


La travesía de decir
("Teseo en el mar hacia Cartagena". Santiago, Ediciones del Temple, 2008)

por A.F.

Marcelo Guajardo (1978) acaba de reeditar con “dos tercios” de material inédito su libro “Teseo en el mar hacia Cartagena”. El autor de “El dolor de los enjambres” (Concepción, ediciones Etcétera, 2003. Premio V Concurso Nacional de Poesía "Dolores Pincheira Oyarzún" 2003, SECH Concepción) y de varias ediciones artesanales que recogen su prolífica obra en sus cuadernillos de Garage ediciones, ha recibido varios premios, ha sido antologado y ha ganado cierto prestigio entre los “jóvenes poetas” nacionales.

Su “Teseo en el mar hacia Cartagena”, nos llama la atención desde el título. ¿Por qué irá Teseo a Cartagena? El mar es un laberinto abierto, dice en un verso. Pero el libro es de gran complejidad, en tanto hace conexiones intertextuales de registros muy distintos, y puede ser abordado a partir de varios flancos. Mezcla de imaginación, alegoría y apropiación de recursos épicos, Guajardo nos lleva por rutas fantásticas en las que creemos que no siempre es necesario (o posible) entenderlo, sin que esto signifique que deje de significar. Sus palabras, al contrario, vibran cargadas de sentido, un sentido líquido, escurridizo, inagotable.

Cartagena, la vieja puta

El libro, básicamente, describe una travesía de Teseo y su tripulación hacia Cartagena. Esa es la trama, por decirlo burdamente. Ese es el escenario donde se despliegan las velas de cada poema. Pero a partir de esta básica linealidad, la obra nos remite a otros viajes, aventuras que no siempre llegan al mismo puerto. Supera las pretensiones y las posibilidades de este pequeño artículo dar cuenta de toda la complejidad del tejido y de todos los elementos que bordan esta condensada trama de sentido. Por ello evitaremos cuanto nos sea posible la mutilación de la obra con extractos y citas, pues creemos que debe ser leída y sopesada en su totalidad. Nos limitaremos a tocar algunos puntos, a hablar a partir de determinados cruces, y ver cómo dialogan dentro del libro ciertos rasgos estéticos modernos y posmodernos.

Cartagena no es un pueblo cualquiera en nuestra geografía. Tiene una carga histórica que el poeta conoce muy bien. El tránsito de ser un lugar propio de la aristocracia, donde fue a morir por más señas el poeta Vicente Huidobro, a ser un “balneario popular”, carga de sentido al lugar. No es una elección cualquiera. Teseo va a Cartagena. Y Cartagena “parece Sodoma relinchando de dolor, luego de la lluvia de fuego”. Ese es el título del segundo canto. Cartagena es vista como una vieja puta que se vendía por fichas a los “topos” que compraban su precario futuro día a día. Cartagena puta, podemos leer, sin una identidad definida, vendida “al mejor postor”. El lugar no es un lugar de arraigo; es un lugar de cambios históricos, que refleja las luchas de poder y las luchas sociales de la sociedad chilena. En un sentido histórico, y pensando en la homérica travesía del Teseo de Guajardo, podría decirse que es una Troya donde se escenifica la lucha de clases del siglo pasado, donde finalmente las clases populares emergen y se apropian de espacios antes inaccesibles.

Cartagena es la guarida del Minotauro. Teseo viaja hacia Cartagena a vencer al Minotauro. En el primer poema del libro vemos que Teseo no llega bien al final de su travesía: yace inconsciente en la arena. ¿A quién iba a salvar Teseo y fracasa? El valor de esta obra es que no tiene un sentido unívoco. Podríamos esbozar varias interpretaciones para la verdad que sugieren los versos.

Ni como lugar de arraigo ni como lugar de paso. Cartagena se erige aquí, como una Itaca o una Troya, como un lugar mítico. Pero ya vemos que es una apropiación de mitos universales para una realidad acotada, como la de nuestro país. Entonces la obra puede tener un sentido existencial universal, pero ciertamente también posee un vínculo directo con nuestro devenir histórico, con nuestra época. De manera algo caótica, apropiándose de una variedad de registros griegos, bíblicos e históricos, recreando y creando mitos, el poema configura una épica de nuestra época. Y esta historia transfigurada parece también estar vinculada a la historia reciente de nuestro país.

Con un epígrafe de una declaración de Pinochet, en el poema “Entonces, al llegar la noche, en el silencio, los verdugos los lanzaron al mar”, se vuelve explícito uno de los sentidos que también configuran la presencia del mar. ¿Por qué el viaje, por qué pasar por el mar? ¿No podría estar Teseo ya en Cartagena, recorriendo el laberinto? En este caso el mar tiene también una carga histórica. Los cuerpos de ejecutados políticos arrojados al mar aparecen en las visiones de Teseo, que en su viaje “pregonaba los viejos discursos” frente al olvido que lo cubría todo. Teseo había soñado con toros que lo acechaban, reminiscencias del Minotauro. Y podemos creer que este ser mitológico puede ser a la vez la memoria y el olvido de nuestra historia, que va liquidando al hombre. Un monstruo situado justamente en Cartagena, donde hoy veranea una clase que ya no tiene conciencia de sí. Cartagena como un lugar único, no intercambiable.

Interpretaciones precarias para visiones que son más delicadas y profundas que eso. Pero no podemos evitar pensar en ese camino. Y si Teseo, inesperado héroe para nuestra poesía joven actual, busca de alguna manera activar la memoria, y se embarca en una aventura en pos de un ideal, es una actitud que da cuenta de valores modernos. Sin ir más allá, Habermas define lo “moderno” como la expresión de una “conciencia de una época que se relaciona con el pasado, la antigüedad, a fin de considerarse a sí misma como el resultado de una transición de lo antiguo a lo nuevo” . Ya hemos visto varios elementos modernos: la apropiación y mitificación de un lugar, la presencia de un héroe, el vínculo con la tradición, la presencia de la memoria.

Nuevos mitos

En su obra, Guajardo habla desde el mito. Permanentemente, y aunque se hagan guiños a situaciones históricas, Guajardo penetra en el arte y en la vida a través del mito. Ya hemos visto la apropiación y la resignificación de Cartagena como lugar mitológico. Pero Cartagena es nada más que el destino. El viaje está plagado de elementos mágicos, personajes y criaturas creadas o resignificadas, que van apareciendo en medio del lenguaje sobrio y con ciertos toques arcaizantes (sobre todo en los títulos) de la voz que nos lleva y nos trae por las olas.

Tuvimos ocasión de preguntarle al autor por los leongallos, temibles criaturas de alta mar que aparecen de cuando en cuando en la travesía. ¿Son citas o invención? “Son míos, algún día tengo que dibujar uno”, responde. Recuerdan a los cíclopes y los lestrigones que amenazaban a Odiseo, y la cita no es casual: esta aventura puede ser a su vez en parte un viaje a Itaca (una de las resonancias que asociamos a Cartagena en el poema) de Teseo en tanto resurgimiento de la memoria y del origen. Cuerpos, cadáveres de indios sumergidos salen al encuentro del héroe, cuerpos que nos remiten al Canto General de Neruda, y también piratas, que esperaban “flotando por años” el barco de Teseo, “frente a los castillos de aire de toda una generación”. Sin caer en la tentación de citar y citar versos, esta frase nos parece especialmente reveladora de la épica del poema. Estos “castillos de aire” revelan cierto desarraigo, cierta amnesia que Teseo viene a conjurar.

Todo esto, en el marco de un viaje mítico que termina con el fracaso del héroe, y con elementos simbólicos cuyo sentido no siempre logramos descifrar. La sal, las bestias, los caracoles, son imágenes recurrentes. Los caracoles acuden al llamado, al gemido del héroe que pregonaba los viejos discursos, y lo acompañan en el viaje. Caracoles que brotan del fondo del mar, hipocampos, buitres, leongallos, van configurando el mundo mítico del héroe. ¿La muerte de Teseo es el fracaso de la misión? “Soñamos con Cartagena y ella no estaba para nosotros” son las últimas palabras del héroe, antes de que arda su barco sobre el mar.

La obra de Guajardo tiene una especial preocupación esteticista que a veces desdeña los significados y las configuraciones de sentido. Pero a ratos logramos entrever visiones de mundo muy particulares. Una de ellas es la visión religiosa. ¿Teseo podría ser Cristo? Esta asociación puede parecer descabellada y gratuita, pero no lo es tanto. Advertimos que la fe es necesaria y hace posible la aventura, la épica. En su travesía vemos que Cartagena, el destino de Teseo, “parece Sodoma relinchando de dolor”, lo que nos remite a la idea de el héroe redentor. En este poemario palpita una búsqueda de justicia, de redimir a los caídos, a los muertos en el mar, a los “olvidados que habían gemido de dolor”.

Estética híbrida

El espíritu moderno de embarcarse en una aventura en pos de un ideal, aunque éste no esté demasiado explicitado; las citas a importantes pilares que configuran la cultura occidental; la mitificación de un lugar; la presencia del metarrelato de la memoria colectiva; la presencia de un héroe, entre otros rasgos, van situando la obra de Guajardo dentro de una concepción de mundo moderna. Pero hay que tener cuidado: aunque tiene rasgos modernos, éstos están contenidos en una estructura mayor que conlleva una mirada lúdica sobre estas concepciones. Pese a que no hay sarcasmo en la propuesta del poeta, ciertamente hay algo de parodia en su épica. Se apropia de esas formas introduciendo a su vez una mirada desacralizadora sobre la misma cultura que cita.

Martín Hopenhayn, en su texto “Ni apocalípticos ni integrados”, da una definición casi al pasar de posmodernismo, que puede aclarar nuestra hipótesis: “Convivencia de tiempos históricos distintos y cruce de lenguajes heterogéneos” . Ciertamente esta definición es demasiado estrecha, y el autor tampoco la instala como definición última; pero los rasgos descritos en ella abordan precisamente las características de la estética posmoderna presentes en la obra de Guajardo.

A la hora de hablar de hibridez, adquiere aún mayor significación la elección de Cartagena como lugar mítico. Aquí no hay sólo un juego intertextual de resignificación de un mito o una obra dadas. Aquí hay un traer a la “alta cultura” a Cartagena. Tan simple y tan complejo como eso. Cartagena en sí misma representa la apropiación de la cultura popular de un espacio aristocrático; en el poema, asimismo, Teseo tiene que adentrarse en el mar hacia el popular balneario. También en el lenguaje se diluyen las fronteras entre habla culta y habla vulgar, y conviven pasajes de lírica belleza con otros de poca depuración. Especialmente acertado es el agregado "Puerto Nuevo", que no estaba en la edición original, donde escuchamos al Minotauro decir: "Sobre esta playa construiré una ciudad/ un fuerte para mis adversarios / un labrinto para mi prole". Desde su sutileza, entonces, Guajardo vincula estos elementos tradicionales de la cultura occidental con nuestra cultura popular escenificada en Cartagena (“donde Felicinda se extiende negra y sucia, sus hijos se bañan en calzoncillos en oleajes de excremento”).

Los cruces lingüísticos y temporales atraviesan buena parte de la obra. Particularmente heterogéneos son los epígrafes de algunos poemas, que dan la palabra a autores como Proust y Melville, y por otra parte también al bíblico Mateo y al mismísimo Pinochet. Asimismo se cruza la historia de Cartagena con nuestra historia política reciente y la historia de la cultura occidental, representada en las citas a travesías homéricas y a las reminiscencias cristianas. Todo ello configura un mosaico único, que cruzando varias temporalidades logra hablar de este tiempo y seguramente logrará hablar también por tiempos venideros.

A pesar de los elementos paródicos que puede tener la obra, creemos que no es un mero juego desdramatizado. Prevalece en la obra una épica propia, fantástica, en que habita una buena dosis de fantasía, historia y verdad poética.

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