domingo, 13 de abril de 2008
Comentario al libro "Los cuentos de Paula y Carolina", de Miguel Ruiz
Donde - todo - lo- hermoso - es - posible
Quiero comentar un libro de cuentos infantiles. Se trata de “Los Cuentos de Paula y Carolina” (Platero, 1997), obra del poeta y profesor de castellano José Miguel Ruiz (1956).
Este pequeño e inencontrable libro, que desearíamos pudiera reeditarse, está escrito para las hijas del autor (Paula y Carolina), y es la transcripción de algunas de las historias que "Papá Malel", como lo llaman las niñas, les contó antes que se durmieran, muchas noches de su infancia.
El conjunto fue concebido en la intimidad como un regalo para las niñas, y como regalo está hecho con todo el cariño y la libertad de un padre al que sólo le importa revolotear silenciosamente en torno a la huidiza belleza.
Hay mucho de nostalgia en estos viajes hacia el país "donde-todo-lo-hermoso-es-posible", mucho de reencuentro. También es un regalo para el propio autor. En el epílogo, una carta emotiva y sencilla a sus hijas, que no está escrita para ese entonces (cuando aun las niñas no sabían leer) sino para el futuro, el poeta les dice: "Papá Malel, como ustedes me llaman, ya que aún no pronuncian mi nombre, ama los mundos de estos cuentos y debe vivir casi siempre fuera de ellos". Quiere para sus hijas un papá "más normal", y para ello debe ser un "hombre serio", capaz de "abandonar, cuando aún es tiempo, la tentación de ir a vivir al País-de-la-Infancia o al País-de-la-Poesía, que quizás son lo mismo". Pero quiere que lo sepan: "lo mejor que hay en mí, está un poco de espaldas al mundo que casi todos, y buenamente, consideran el real".
En el volumen, los cuentos están entrelazados. La voz de Papá Malel le da a las historias continuidad y cercanía. Son ficciones que, sin embargo, se pasean por la realidad, todo en clave poética: "¿Te gustó el cuento, Palomita..., quiero decir, Paulita mía? ¿Y tú, Carolita, quieres saber quien es doña Momo? Ya te contaré de ella... La conocí hace tiempo: era una mujer como la más hermosa de las hadas del más hermoso de los jardines (...) Papito Malel era entonces, cuando la conoció, un adolescente tímido y soñador, y ella lo recibió como a un hijo para mostrarle el País-de-la-Reina-de-las-Flores...". Así termina uno de los catorce pequeños cuentos, evocando a la protectora de los artistas de Lo Gallardo, Inés Balmaceda del Río, doña Momo, que recibió en su casa en los años 70 a numerosos artistas y escritores, que compartían en mágica cofradía. Entre ellos, el joven Miguel Ruiz.
El autor une a la fantasía, entonces, recuerdos y ricas evocaciones culturales de la época en que, quizás, podía vivir más tiempo en el País-de-la-Infancia. No sólo llama a gnomos y hadas a dar vida a sus mundos, también participan personajes como el poeta Eduardo Molina Ventura ("Coloradito Molinón"), de quien hace un gracioso y amable retrato, o su ya mencionada y querida Inés Balmaceda del Río, la "Momo", dueña de la casa en que vivieron inolvidables encuentros junto al mismo Eduardo Molina, Roberto Humeres (sabio artista, maestro de Ruiz), Luis Oyarzún y otros poetas y artistas como Hugo Marín. Aquellas experiencias -ha prometido- las relatará un día en el libro "Florecen las lilas en el jardín de la Momo", si es que puede escapar de sus deberes de "hombre serio" el tiempo suficiente.
Cabe recordar que Ruiz editó el único volumen que reúne la escasa obra póstuma del poeta Eduardo Molina Ventura, en un libro titulado por la editorial Platero “Eduardo Molina Ventura. Un poeta mítico”, y por el autor: “Del otro lado del espejo”, imagen que obsesionaba a Molina en sus visiones poéticas. Ruiz se dio a la increíblemente difícil tarea de descifrar los cuadernos que heredó del poeta, regalándonos una obra relevante para la historia literaria chilena. Esperamos que publique pronto otras, en que vibre su valiosa poesía, acumulada por años, celosamente, en secretos desvanes.
Pero el poeta ha publicado ya un libro bello. El cuento del "pequeño caracol que no tenía cachitos para sacar al sol", el "de la Polillita que cuidaba a su papá cuando éste estaba enfermo quizás de puro regalón", o el "cuento del elefantito de marfil que se aburrió de estar quieto en el escritorio y salió a pasear", son destellos poéticos escritos en un tono íntimo, lúdico y profundo. Ilustrado bellamente por Diego Artigas, quien fuera alumno de Ruiz en el colegio San Agustín, al igual que quien escribe, este libro lleno de ternura, amor y fantasía, es atípico en su género, quizás porque simplemente no pertenece tanto al País-de-los-cuentos-infantiles como pertenece, sin la gravedad del verso, al País-de-la-Poesía.
(Nota de A.F. Publicada alguna vez, ya no recuerdo dónde. Ahora, corregida, aquí).
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