martes, 22 de abril de 2008

Sobre Luciano Benetton y Gregorio de la Fuente


Ojo Latino



por Guillermo Carrasco Notario

El 16 de abril pasado Luciano Benetton inauguró la exposición Ojo latino, en el MAC. Se trata de una colección de muchas decenas de cuadritos tamaño postal que otros tantos artistas de 17 países han regalado a Benetton para aparecer en un libro que eventualmente publicará el empresario.

El día de la inauguración había una gala improvisada de elegantes que deseaban ser presentados al Dux de las arcas y de las artes. Se respiraba un ambiente de grandes expectativas, del que participaban por igual noveles y consagrados. Finalmente, cuando después de hora y media de espera apareció Benetton, los cuadritos de 15 x 20 se hicieron invisibles del todo tras la melena leonina de Luciano. De este besamano participaron todos los que pudieron, desde Julita Astaburuaga hasta Francisco Brugnoli. Las fotos con el Dux costaban $15.000, pero un amigo mío artista consiguió comprarla por $5.000 porque en la de él Benetton aparece mirando para otro lado.


Esa misma tarde se inauguraba la cara opuesta de la medalla: La retrospectiva de Gregorio De La Fuente en el Centro Cultural Montecarmelo. Aquí todo era a media luz, sin famosillos y sin flashes. La muestra reúne una acertada selección de la pintura de caballete del maestro, desde el cuadro suyo más antiguo que se conserva: un retrato de su madre, hasta “Sueño Azul”, la pintura en la que trabajaba cuando lo encontró la muerte. Aquella obra es precisamente un retrato del tránsito postrero. En la muestra se puede ver también su época abstracta de los años setenta y algunos bocetos de murales, disciplina en la que Gregorio De La Fuente fue consumado maestro. Para ser completa la retrospectiva faltaron los mosaicos y las cerámicas y esmaltes que Gregorio trabajó con tanto acierto.

Al final de esa jornada, cerca de las doce de la noche, Luciano Benetton volvió solo al MAC para mirar los cuadritos que no pudo ver durante la inauguración. Allí estaban esas estampillitas de los artistas latinoamericanos que le habían escrito al Viejo Pascuero, con la expectativa de recibir su panetton.

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