miércoles, 10 de diciembre de 2008

Tecnopacha: esto no es creatividad mall

("Tecnopacha", de Oscar Saavedra Villarroel. Editorial Zignos, Lima, 2008)

por Andrés Florit C.

Tecnopacha, el primer libro de Oscar Saavedra Villarroel (Santiago, 1977), es una barricada efectiva en estos tiempos de alienación política y totalitarismo mediático que vivimos en buena parte de Latinoamérica, y con particular énfasis, en Chile. Saavedra afrontó un desafío no menor y salió airoso, sumergiéndose en el magma de un volcán tapado con diario: la tácita renuncia a vivir un orden distinto del que nos rige, que es el capitalismo y sus derivados. Y que nos afecta en cada acto cotidiano y por cierto en el quehacer artístico.

Pero el "mensaje" de esta voz que no transa su "bolchevique emotion" no tiene nada de nuevo y por lo mismo este libro corría el riesgo de ser un panfleto más, otro gesto "político" grandilocuente y narciso, fútil y fatuo.

"Vehiculizar la poesía para la transmisión ideológica (a nivel, incluso, de la política contingente) significa privarla de su especificidad y reducirla –subordinando un nivel de producción a otro- a un mero papel ornamental (...) Esto significa que poesía y política deben encontrarse en un punto en que su afinidad garantice una suerte de combinación química, y no una mera mezcla física de sus respectivos elementos", sostuvo en alguna oportunidad Enrique Lihn, dando cuenta de la dificultad de este reto: que el discurso político no fagocite al poético.

Y el gran mérito de Saavedra es que logra hacer poesía. Una poesía situadísima, en un Santiago apenas ficcionado y por tanto reconocible, pero que sólo funciona como escenario y telón de un discurso que no está para contar anécdotas: el poeta se colocó un arnés épico y puso a hablar a una voz alucinada (PachaHombre, Bolchevique Emotion), logrando hacer hablar al lenguaje por sobre sus sentidos comunes y sus sobreentendidos. En Tecnopacha, la frescura verbal y rítmica nos conecta con lo atávico de un origen remoto y presente. Desde el título acierta al situarnos en un territorio híbrido, que no reivindica un origen americanista-puro, sino que aborda la complejidad de una trama en la que ya no sabemos dónde comienza Occidente y dónde termina la identidad de nuestro continente que vive día a día bajo la tensión de un orden que lo sobrepasa.

Esto es develado en forma rotunda a través del lenguaje, mediante recursos certeros (neologismos como la misma "tecnopacha" o "usaísta" para referirse a la proclividad hacia USA, o la sustantivación de adjetivos y viceversa) y una épica hiper-actual que inventa para mostrar, con ironía y humor negro, siendo en su ficción más realista que cualquier "realismo".

El campo cultural en que se mueve esta voz no es trivial: va y viene de lugares en que es repelido o perseguido, por la "policía-beat" o la "mafia objetivista", y en que es llamado a competir con "espejos quebrados / y la vejez ansiosa de una creatividad mall". Pero Saavedra no equivoca el tiro: no pierde el tiempo intentando posicionarse, ya sea luciéndose o hablando mal de sus pares. Afronta su labor con genuina vocación de búsqueda poética y con la mira en el verdadero enemigo, que está en otro lado, o adentro.

1 comentario:

Carlos Cardani Parra dijo...

Por lo que he leído Tecnopacha tiene la gracia de usar lenguaje y discurso a la vez.

Algo no menor. Porque es fácil encontrar poéticas, y por sobre todo poetas que trabajan uno de estas dos características de escritura, tomamndo la postura como si militasen en un partido, como si defendieran un bando, tratando de no hacer mezcla, en ejemplo pichanguero como si tratasen de perfeccionar sólo una pierna para patear lo mejor que se pueda, mientras cojean de la otra pierna que les sirve sólo de apoyo.

Oscar mezcla discurso (no panfleto), uso de lenguaje y performance mientras se le ve en vivo. Y eso se agradece.