"Alas de Plomo. Ensayos sobre arte y violencia" es el tercer libro que Guillermo Machuca ha publicado hasta la fecha. Precedido por la curatoría de "Juegos de Guerra" -exposición exhibida en la librería Metales Pesados-, en este texto aborda la compleja relación que históricamente ha existido entre el arte y la violencia.
Texto y fotos: Isis Díaz López

Fue justamente la curatoría que hizo para "Juegos de Guerra", exposición que se presentó en la librería Metales Pesados el año 2007 y en la que reunió obras de los artistas Gonzalo Díaz, Juan Pablo Langlois, Patrick Hamilton, Eugenio Téllez, Claudio Correa y Andrea Goic, lo que motivó la escritura de una serie de ensayos que se tradujeron en "Alas de Plomo. Ensayos sobre arte y violencia".

¿Por qué arte y violencia?
Porque me parece interesante un tema de esta naturaleza, que es épico y grandilocuente. Los temas ligados a la guerra, la violencia y lo bélico son complejos y límites, y más que inquietantes, son temas riesgosos de abordar en términos formales y temáticos. Hay ciertas teorías, como parte de la feminista, por ejemplo, que proponen no abordarlos, prefiriendo hacer callar las imágenes, como decía irónicamente Ticio Escobar, para que no se produzca un proceso inverso, peligroso y nocivo que sería el placer desligado de la guerra.
¿El morbo?
Más que eso. En mi opinión, no se puede separar de los temas de la violencia y la guerra, el dolor y el placer, y eventualmente podría fomentarse un placer estético respecto de estos temas. Pero me interesó porque es un tema decisivo de la historia del arte y de la cultura desde la prehistoria. Además, es un tema declamativo y épico poco desarrollado en Chile que se podía exponer en un espacio mínimo y reducido como el acotado por la librería "Metales Pesados". Era interesante trabajar esa contradicción.
En "Remeciendo al Papa", su libro anterior, también habla de arte y violencia. En ese sentido, ¿qué es lo que lo atrae, fundamentalmente, de la crudeza que puede existir en un discurso estético?
El morbo.
¿Las feministas tienen razón?
Bueno, la sensibilidad femenina está poco desarrollada frente al tema de la violencia porque creo que falta sentido del humor -me refiero al humor negro- que se relaciona con la crueldad. Esa es una cuestión determinada culturalmente. Quiero aclarar que sí existen mujeres a las que les interesa el tema de la violencia porque esto no es una cuestión que separe los géneros, es una determinación cultural. La guerra es asunto de hombres desde el origen de los tiempos, pero también hay violencia a nivel de razas y de género, y para mí, la cultura surge en virtud de esas fuerzas que se expresan y ofrecen resistencia. A mí me interesa cómo se mide ese choque. Y eso también ocurre a nivel geográfico, racial, político, económico.
El análisis teórico sobre este tema en las artes, ¿está poco desarrollado en Chile?
Quizás en otros géneros está más desarrollado, como en el teatro y en el cine. Pero en las artes visuales el tema de la violencia en la guerra está poco desarrollado desde la República en adelante.
¿Algún indicio para entender por qué sucede esto?
Pero más allá de la efectiva creación de obras ligadas al tema, ¿habría o no un análisis sobre las manifestaciones de violencia en el arte al interior de Chile?
Sí, por lo menos en el ámbito político y en libros como los del historiador Salazar. Y en la televisión, pienso aquí en series como "El señor de la querencia", y también en el cine con películas como "Toni Manero". Más allá del poco amor manifestado por sus respectivos directores -personajes obsesos y despiadados, inmunes a toda redención- resulta la puesta en juego de tres aspectos fundamentales de la cultura: el trabajo humano, la muerte y el erotismo, que son los temas centrales y exacerbados en la televisión y en el cine. Pero, como decía Sarduy, la muerte y el erotismo ya son transgresiones toleradas por los medios. Lo que no soporta el público es no entenderlo. No se trata de tematizar la violencia, es que la cultura es violenta, la sociedad es violenta.
Pero una cosa es que vivamos rodeados de violencia y otra es que alguien se de el trabajo de sentarse, analizar y teorizar frente a esto que está pasando cotidianamente, sobre todo a nivel de creación artística.
Exacto. Ahora, en mi opinión, los artistas en Chile no están en contacto con la realidad social porque están muy distantes de lo "real", están más atrasados en su percepción o muy imbuidos en la academia, tanto en la clásica como en la de vanguardia. Es decir, la relación con lo real es muy pobre porque los artistas están muy alejados de los poderes. ¿Qué sería el arte a nivel mundial si no tuviera que negociar con dos poderes fundamentales que son el poder económico y el poder político? Estamos hablando de los artistas visuales, no así los actores o los músicos que son más populares. Entonces, eso también supone una división violenta de las artes y las artes visuales en Chile son poco arriesgadas respecto a dar cuenta de ese contexto porque no tienen una relación más tensa o directa con el poder político y empresarial. Por ejemplo, la violencia genera un espacio violento porque hay cuerpos que chocan y hay diferencias en lo social. ¿Cómo se mide eso? Es lo imposible. Como decía Nietzsche, el mundo es un choque de dos espadas, y el resplandor del choque era la mentira, lo ideal o la verdad. Pero la verdad no está hecha del material con que chocan las espadas, entonces hay que medirlo.
¿Y es posible medirlo?
Es imposible. Son campos de fuerza y el arte no lo puede encarnar. Bacon, por ejemplo, me interesa por eso, porque pinta el movimiento de un cuerpo en el espacio y no la ubicación de un cuerpo en el espacio. No es topológico, es la acción. Bacon es un pintor que hace la parodia del Papa de Velásquez con un cuadro que expresa fuerza. Incluso, para muchos, la crítica postmoderna es la crítica de la fuerza y de la expansión, que es cómplice, y eso es lo complejo, con la expansión del capital.
"A la gente no le gusta la violencia en el arte, pero sí la tolera en la cotidianidad"

Luego de esa información, contendida en el prólogo del libro, Guillermo Machuca centra su análisis en el contexto internacional, predominando el caso de Alemania y, en específico de Anselm Kiefer, para ir desarrollando esta temática a partir de la particularidad con que artistas como Goya o Bacon, por ejemplo, abordan el tema de la violencia en su creación artística. "Hay un tema de tensión en el realismo que es no oficial y que descubrí con Argan: el realismo no es copia de lo real, es más, es antinaturalista. Como en Goya o Bacon, el realismo no es mimético, sino aquello que queda cuando ha fracasado lo ideal", dice.
Y agrega: "Entonces, en la teoría actual no se habla de pintura figurativa o abstracta, se habla de lo figural, de la deformación. Es el máximo realismo con la máxima abstracción. Eso lo veo en una escultura de Pablo Langlois que está en el Museo de la Solidaridad, en la escultura y la performance del cuerpo, por ejemplo. Es lo sarcástico que equivale a desollar la piel".
Tomando en cuenta la particularidad del caso de Chile, ¿por qué decide centrar la primera parte del libro en un análisis internacional?
Para tensionarlo con la ausencia en el campo local, exceptuando a las obras de "Juegos de Guerra", que si bien no representan la violencia, sí se instalan en un espacio violento y para un público que no va a exposiciones de arte. Por eso necesitaba obras que resplandecieran porque al ser sublime, es terrorífico y placentero a la vez. La cultura nace como una separación de lo real y esa es una separación de fuerzas. Se justifica una representación que es un marco que separa y divide, y al separar y dividir rompe lo real y, por lo tanto, lo limita violentamente. Los cuerpos virginales del Renacimiento son cuerpos sublimados que expresan la represión de la fuerza del erotismo y de lo diabólico, y esa es una convención violenta. Botticelli representa a una mujer que tiene una belleza sublimada, pero manifiesta que ello es producto de un padre castrado. Esa es la belleza, una apariencia que tiene un fondo terrorífico y dionisiaco. Para Freud, Moisés no era judío, sino egipcio, y tiene que huir cuando se inicia la revolución politeísta. Se lleva a unos esclavos a Canaán y a su dios único, Yave, y mata a todos los que están ahí para instalar su religión. Esa es una relación violenta según Freud. Entonces, el principio de la violencia no sólo lo dijo Nietzsche, sino Marx también. El origen de la sociedad es la guerra.
Y en el caso de su libro, la atención está puesta en Alemania.
Es que Alemania es un país sintomático e insoslayable para todo análisis por el tema del holocausto. Además, el arte alemán es muy influyente en occidente desde la Edad Media en adelante, y a nosotros nos toca porque somos hijos de la tradición latina. El holocausto es un tema determinante en la II Guerra Mundial para todo el mundo, y de ahí surge un problema en Alemania: el tema del duelo, de la melancolía. Creo que Kiefer sería un artista interesante de exponerlo en Chile por el tema de la memoria, aunque hace diez años quizás hubiese sido más interesante. Pero, como dice Kiefer, el problema de la ruina y de la historia es mundial. No se acota sólo a Alemania. Para entenderlo, se supone que el espectador tiene que tener un mínimo de conocimiento. Yo desprecio al espectador común, no creo en la responsabilidad del arte frente a las masas. Creo que el arte es un hecho cultural importante y por tanto es un conocimiento. Se necesitan ciertos protocolos de aprendizaje.
Bajo esa perspectiva, ¿qué pasa con los artistas chilenos?
Son pocos incisivos para trabajar el contexto, no necesariamente porque están alejados, quizás no lo ven. Pero se necesita cierta inteligencia civil, y el arte más reciente se ha ido adelgazando a nivel ético civil comparado con nuestros abuelos que eran personas ilustradas políticamente hablando. Desde Balmes, el artista es un artista civil. Los de ahora son artistas bastante ignorantes en términos sociopolíticos y de historia de la política.
¿Algunos más cercanos a un arte vinculado a la espectacularidad, como da a entender en "Remeciendo al Papa"?
En "Alas de Plomo" dice que "el arte actual es más literal y chocante que el arte premoderno". Frente a ello aparece la duda de si estamos hablando de efectismo fácil o de...
A eso voy. Hay una artista inglesa que vendió la cama donde se hizo un aborto en miles de dólares. Santiago Sierra tatúa a unos inmigrantes, mientras otro artista se corta el cuerpo. Hay una violencia, una impudicia. Ese proceso comenzó en los años 60 y 70 cuando un tipo de los happening austriaco se amputó el pene en la Acción de Viena. Incluso en las religiones extremas los tipos se crucifican. Está en la realidad, en la vida. Quizás a la gente no le gusta la violencia en el arte, pero sí la tolera en la cotidianidad. Pero al arte no se le permite porque es sólo representación. Y eso es violento porque representar es separarse de lo real, aislarse.
Pero el hecho de que ahora sea más literal, chocante, evidente u obsceno, ¿significa necesariamente que esté mejor ejecutada?
¿Y qué pasa con las manifestaciones de violencia más sutiles en el arte, obviando las guerras o genocidios, por ejemplo?
Para mí, la violencia es algo que recorre toda la historia de la cultura. En la medida que exista diálogo, hay violencia porque hay choque aunque eso sea distinto a la violencia desatada o irracional. Pero, como decía Sarduy, el erotismo y la muerte son transgresiones ya toleradas, por lo menos a nivel de masas. Lo que no tolera la gente es la violencia de aquello que no entiende, y por eso no se le da importancia al arte conceptual como ejercicio del lenguaje. Barthes decía que la violencia le parecía interesante como punto de partida y le daba un valor a lo expresivo. Pero cree aún más que tiene que haber una diplomacia de la violencia porque los grupos diplomáticos son los más violentos. El Dadá, por ejemplo, es un arte de shock, violencia y golpe, y Duchamp no es del golpe porque lo que hace es descolocar, te obliga a pensar y te deja en un estado de estupor. Entonces, la violencia de la bofetada, en el fondo, es una violencia que remite al cuerpo de aquello que está violentado. Por eso no creo en el arte contestatario, creo en el arte deconstructivo. La escena de avanzada de Nelly Richard es un arte violento que está en el marco de la guerrilla cultural, pero es deconstructivo y trabaja el desgarro del cuerpo. En Dávila está esa temática, en Gonzalo Díaz, en Altamirano, en Leppe. Pero no es la violencia gratuita. Nietzsche dijo en un libro que hay una necesidad de hacer la guerra y ver adversarios. Es que no es sólo una actividad negativa, es productiva. Santiago Sierra me interesa por eso.
Tomando en cuenta la espectacularidad y banalización de la que da cuenta en "Remeciendo al Papa", ¿qué pasa con la ética en el tratamiento de esta temática?
No lo tengo muy claro. No sé si uno puede separarlo tan fácilmente. El artista tiene que ser una persona inmoral o amoral. Qué la moral se vaya al diablo, decía Nietzsche. El artista no debería tener ninguna condición respecto a nada, a menos que sobrepase un límite legal. Pero el artista está a disposición de afrontar cualquier tema.
(Entrevista publicada originalmente en el sitio de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile)
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