martes, 23 de marzo de 2010

A propósito de Intemperancia, de H. Figueroa, y los efectos de una mediocridad refrescante

Pese a haber sido reeditado hace relativamente poco (2007, Ed. Tácitas), Intemperancia, de Héctor Figueroa, cuenta con una “edición preliminar” del 2002 que llevaba otro título (Groggy), de la que ahora podemos leer una versión depurada y aumentada. ¿Definitiva? Quién sabe. El libro ya ha sido comentado, desglosado, vinculado con poetas de otras latitudes e interpretado (sírvase googlear), por lo que sólo quiero hacer algunos alcances, luego de disfrutar su lectura.

Como todo está tan bien ajustado dentro de un buen poema, cuesta decir por qué es bueno, por qué funciona. Y los poemas de este libro funcionan con el mecanismo del reloj más exacto, aunque parezcan desprolijos y sucios. Para Figueroa, la desprolijidad y la suciedad no es parte de su estilo sino un efecto que genera su escritura: en el libro todo es verosímil, no hay afectación, ni rigidez, ni palabras que estén realmente de más. Para eso no es suficiente la “honestidad” que destila (otro efecto: la poesía barroca o metafísica también pueden ser honestas). Eso requiere trabajo.

Me permito una cita que se le puede aplicar a su mismo autor: hablando de W. Carlos Williams, escribe Figueroa: “se admira el sudor de su técnica, /la belleza de sus poemas objetivistas. /Poeta-testigo/de ojeada proyección lúcida/ como si no costara nada el escribir”. No sé si los poemas de Figueroa son objetivistas (“averiguar bien qué chucha es un poema objetivista”); pero sí genera el efecto en el lector de que pareciera “que no costara nada el escribir”. El poeta tiene un extraordinario dominio de su oficio, y llegado a tal punto, ya no hay recursos ni palabras vedadas, o “temas poéticos” separados de la vida. Sólo la más descarnada honestidad, muy en la línea de Lihn (la poesía no debe engañar), pero sin el retoricismo ni la vocación dramática-escénica de Lihn, de quien Figueroa incluye al final del libro un logrado retrato-collage a partir de frases del poeta dichas en entrevistas, poemas y artículos. Escrito en primera persona, a lo Spoon River pero más extenso –de hecho también hace lo mismo con Edgar Lee Masters.

De esta manera, Figueroa prefiere generar un llano efecto de espontaneidad y es siempre inteligible. Tiene gracia. Y al mismo tiempo habla de auto-destrucción, bordea lo suicida. Es trágico, no terriblista. Para este autor y los que llegan a este punto, todo puede caber en un poema, hasta lo más prosaico puede generar un remezón poético. Mezcla de materiales nobles con materiales de desecho, cartones encontrados en la calle con acuarelas y pinceles finos.

Pero insisto, para que eso funcione requiere de mucho oficio, además de talento. Eso muchos no lo entienden y se apresuran a publicar diarios en verso que sólo logran hacer un auto-altar de la propia experiencia sobrevalorada. Cuesta llegar a conjugar bien materiales líricos con lo que se puede sacar de lo más pedestre de la vida cotidiana. Cuesta traer todo tipo de cosas de la propia vida a la escritura sin resultar anodino. Y lograr que además suene bien. Es muy difícil llegar a un tono patético con la dignidad suficiente de no pedir compasión. Ahí entra el humor, muchas veces negro, que salva el patetismo del tono confesional de Figueroa, pues sabe reír a tiempo del absurdo de todo y de sí mismo. Es la verdad del borracho y del bufón. El que habla en estos versos tiene de ambos.

Es un libro espiritualmente denso, sin ser grave (cercano en este sentido, entre los chilenos, a Polhammer o a Bertoni, quizás; pero en otro tono, más amargo) y también suelto de estilo, pues no se aferra a una sola técnica a la hora de cocinar sus versos y disponerlos en el plato-página. Usa amplitud de recursos, pero combina bien los ingredientes, no al tuntún; es coloquial y ligero de ritmo, pero apunta a las fibras últimas. Aquí hay un hablante que arriesga, un hablante radical, un tipo que no quiere ser mejor que otros, ni ser el peor de todos. Por algo, uno de los mejores poemas del conjunto se titula “Mediocre”. Lejos de la farsa ambiente (a la que enfrenta) y del exitismo disfrazado de margen, una poesía que se aleje de la flojera y el facilismo asociado a este estilo de escritura hoy está plenamente a contrapelo. Y se agradece.

(A.F.)

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