lunes, 8 de junio de 2009

Al margen del cuerpo, al margen del dolor

(El margen del cuerpo, Florencia Smiths, Ed. Fuga, 2008)

Por A.F.

El margen del cuerpo, ópera prima de Florencia Smiths (San Antonio, 1976) es un texto poético -escrito principalmente en prosa- que en lo personal me mantuvo en una suerte de umbral previo al poema, que se adivina pero que siempre está más allá y que no logramos alcanzar. Hay una conciencia lírica y delicada del oficio, de la búsqueda ciega de palabras que logren nombrar el dolor. Hay un paladear los recursos gramaticales, bordear el silencio y hablar desde el margen. “Estaba el mundo real escrito, distribuido en mal papel, anclado a nombres fugados”. O “porque si tan sólo le enseñasen a hablar de nuevo. A mirar. A tocar”.

El conjunto mantiene una inteligente coherencia interna y un tono contenido, como si hablara después de haber agotado ya las lágrimas (indecibles) que son el prefacio no visible de estos (o este) poema. Cuando la hemorragia cesó, la poesía de Smiths es un cigarrillo en una pieza sola con la ventana abierta. O algo así. Una bocanada. Un envoltorio. “Pues era necesario despedirse, separarse y optar sólo por el envoltorio de la palabra (…) optar por esos soportes que no se ven , que no se escriben, acaso lo que nunca se dice”.

Es una suerte de negación de lo elegíaco, un canto funerario que no se puede cantar, no sólo porque el dolor sea indecible, sino porque la hablante quiere aprender a cantar, estudiar solfeo, paladear las notas. La tercera persona acentúa esa distancia respecto de la emoción más visceral, remarca la mudez en que la sume el dolor. “La muerte le pide palabras, ella se abre al contorno y le muestra el margen, como si pudiera representar la misma escena del crimen en su espacio de carne”.

Florencia Smiths, frente al desgarro vital, en este conjunto prefiere esconder la llaga haciendo poesía del “envoltorio”, de las palabras que no pueden dar cuenta de ese desgarro. Queda la sensación de que se cuida en demasía de los lugares comunes y de las trampas y vicios del lenguaje, que de tan gastado ya no dice (lo que a estas alturas también es un lugar común); o al menos prefiere hacer poesía de esa sospecha: “está y permanece allí: la estafa”. Así, me parece que el libro tiene pasajes intensos y en lo formal muy bien logrados, dentro de esta contención lírica que resuelve con buen oficio; aunque, eso sí, al margen del dolor.


(Publicado en la revista Asado de Costilla, http://asadodecostilla.blogspot.com/)

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